lunes, 28 de marzo de 2011
Especiales Ficus
martes, 22 de marzo de 2011
Increibles La Flor del Ceibo - Erythrina crista-galli L

La flor del ceibo es la flor nacional de la República Argentina. También denominada seibo, seíbo o bucaré, fue declarada flor nacional argentina por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº13.847/42, del 22 de diciembre de 1942. De ahí que el 22 de Noviembre se celebra el día de la Flor Nacional. También es la flor nacional de nuestro país vecino la República Oriental del Uruguay.
El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín. Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país. La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo. Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.
Leyenda de la flor del ceibo
Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo feraz, silvestre, que bañaban las aguas oscuras del río barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, tanta era la belleza de su canto.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil. La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela.
Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos. La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada. Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.
Para ampliar información:
www.ambiente.gov.ar/?idarticulo=680 -
jueves, 17 de marzo de 2011
Yuyos Juniperus phoenicea L. subsp phoenicea

Arbusto o pequeño árbol de la familia de las cupresáceas de copa redondeada, follaje denso , corteza grisáceas o parda y fibrosa. Hojitas escuamiformes agrupadas en pequeñas ramillas. Las flores femeninas y masculinas suelen estar en el mismo pie de planta. Sus conos femeninos dan lugar a las fructificaciones típicas de los enebros y sabinas conocidas como arcéstidas, que en esta especie son de color rojizo en la madurez.
Especie de distribución Mediterránea y Macaronésica, que se cría en matorrales secos y pedregosos, en los roquedos que no permiten el crecimiento de encinas y otras especies esclerófitas, hasta los 1500m en altitud, muy adaptada a las condiciones continentales siendo muy resistente a las heladas y soportando extremas sequías.
Resulta sorprendente y espectacular el poder contemplar el verdor y vigor de estos arbustos en las secas y frías montañas mediterráneas con poco más de 300mm al año de precipitación, destacando sobre el ocre del entorno, siendo la especie dominante y conformando pequeños bosquetes o sabinares.
Fotografía realizada en un sabinar de la Sierra de Marmolance en Huéscar ( Granada), entorno donde confluyen varias provincias biogeográficas, y sectores botánicos.
jueves, 10 de marzo de 2011
Patios Columnares del Atuel
miércoles, 9 de marzo de 2011
Especiales Césped: Cultivo
- El primero de ellos es el denominado césped de manzanilla, particularmente apropiado para zonas de pequeño tamaño, donde el suelo sea seco y arenoso. Se caracteriza por sus hojas aromáticas que forman una tupida cubierta en el suelo.
- Por otro lado, se encuentra el tomillo silvestre, un césped que sólo requiere una poda anual, que ha de hacerse tras la floración.
- Por su parte, la Camomilla es una planta que posee las hojas estrechas y unas flores anchas y blancas similares a las margaritas.
- Para zonas de clima seco es muy útil el trébol blanco u holandés, que proporciona una hermosa cubierta verde que no amarillea ni en las épocas más secas. El trébol elabora una cubierta muy verde de fácil mantenimiento, pero necesita un suelo alcalino para prosperar.
- Sin embargo, según los expertos en el tema, la variedad más conveniente es el Treneague, que no suele florecer pero que es excesivamente útil por no requerir apenas corte.
Antes de plantar lo primero que hay que hacer:
- Preparar correctamente la zona en la que se vaya a hacer, con el fin de que el suelo se encuentre en óptimas condiciones. Así, si el césped se va a sembrar por primera vez en esa superficie, conviene que se encuentre a cielo abierto o, de lo contrario, no tener más de medio día de sombra en verano, porque no crecerá con la fuerza necesaria.
- Cuando la capa del suelo contenga excesiva arena o yeso, se debe enriquecer aplicando una capa de entre tres y cinco centímetros de turba o musgo.
- Si el suelo es suficientemente rico, esto no es necesario, pero tampoco está de más, ya que la aplicación de fertilizantes siempre es positiva para el césped.
- El siguiente paso a realizar es comprobar la nivelación del terreno, así como el drenaje, para posteriormente rastrillar la tierra hasta una profundidad de unos quince centímetros, procurando eliminar todos los terrones. Esta preparación del terreno se puede efectuar durante todo el año, menos cuando el suelo se encuentre mojado o embarrado.
Plantación:
- Una vez que se hayan realizado los pasos de preparación del terreno es conveniente proceder a la siembra, que se puede llevar a cabo, igualmente, en cualquier época del año, excepto en invierno. No obstante, se indica el otoño como mejor momento, ya que las lluvias de esta temporada favorecerán el desarrollo de la hierba.
- En cuanto a las semillas, cabe destacar que son muy pequeñas, por lo que no conviene sembrar cuando haga viento y asegurarse de que el suelo se encuentre levemente húmedo.
- Las semillas se deben administrar generosamente para que el césped sea capaz de cubrir todo el suelo, pero el exceso de semillas puede provocar que los plantones se pudran. Así, en suelos bastante fértiles se debe aplicar treinta gramos por metro cuadrado, mientras que en suelos más pobres hay que aumentar esta cifra hasta sesenta gramos
- El mejor método para sembrar consiste en colocar cuerdas tensadas a una distancia de un metro entre ellas.
- Posteriormente, se preparan pequeños montones de treinta gramos con las semillas y se marca en el suelo la superficie que corresponde a un metro cuadrado.
- Finalmente, hay que distribuir las semillas de forma regular. Una vez sembrado, conviene rastrillar el suelo para ayudar a las semillas a penetrar en la tierra.